FAMILIARIDAD. AGILIDAD. BUENA FORMA DEL ESPIRITU
La cultura es la familiaridad
con los 1 rasgos fundamentales de la historia de nuestra civilización,
2 con las grandes teorías filosóficas y científicas, así como
3 con el lenguaje y las obras más importantes del arte, la música y la literatura.
La cultura es el estado de agilidad y de buena forma del espíritu
que surge cuando se ha sabido todo y se ha olvidado todo:
«Olvido la mayor parte de lo que he leído, así como lo que he comido;
pero sé que estas dos cosas contribuyen por igual a sustentar
mi espíritu y mi cuerpo» (Georg Christoph Lichtenberg).
LAS REGLAS DEL JUEGO. UN JUEGO DE SUPOSICIONES Y TABUES. INSEGURIDADES Y CONFUSIONES. NO SE DEBEN HACER EXPLICITAS LAS REGLAS DEL JUEGO
si consideramos la realidad social, comprobaremos
que la cultura no es solamente un ideal, un proceso y un estado,
sino también un juego social.
El objetivo de este juego es sencillo: mostrarse ante los demás como una persona culta;
pero el juego tiene sus reglas y quien no lo haya practicado desde la infancia, después tiene serias dificultades para aprenderlas. ¿Por qué? Porque para poder poner en práctica
estas reglas, primero hay que conocerlas. Sólo se nos admitirá
en el club de la cultura si dominamos sus reglas de juego; pero sólo en este club podemos aprender a jugar.
Esto es injusto. Pero ¿por qué es así?
Porque el juego de la cultura es un «juego de suposiciones».
SUPONEMOS QUE LOS DEMAS SON CULTOS/HONESTOS
Cuando tratamos con los demás, suponemos que son
personas cultas, y a su vez ellos suponen que nosotros los tenemos
por tales.
Estas suposiciones son una especie de formas de crédito.
En el ámbito de la moral, el fenómeno es muy corriente; solemos
suponer que normalmente la gente es honesta. En una tertulia
sería inapropiado preguntar: «Dígame, Dr. Isebrecht, ha
cometido usted alguna vez un robo? ¿No? ¿Y una violación?».
Asimismo, la cultura está sometida a un tabú: es inapropiado
poner a prueba la cultura del otro como si se tratase de
un concurso. Por eso no es aconsejable actuar de este modo:
«¿Quién construyó la catedral de Florencia? ¿Qué me dice?
¿No lo sabe? ¿Y dice usted haber hecho el bachillerato?».
Este tabú introduce una considerable confusión acerca
de lo que se supone que una persona culta debe saber. Y este
terreno movedizo causa una inseguridad generalizada que
lleva a nuevas suposiciones y a nuevos tabúes. Esto nos conduce
a otra definición de cultura:
La cultura es un juego social caracterizado por un conjunto
de expectativas y de expectativas de expectativas en relación
con la cultura de los participantes en dicho juego, quienes
no deben hacer explícitas ni las expectativas ni las expectativas
de expectativas.
Los participantes en este juego han de tener la
habilidad de averiguar y cumplir estas expectativas, y, cuando
esto no sea posible, evitar que los demás lo noten.
Así, en la cultura, como en el amor, las expectativas son
irreales, pues no pueden comprobarse.
PREGUNTAS TABU. RESPUESTAS DEMOLEDORAS
Ciertas preguntas son tabú: en caso de duda, hay que suponer que los demás
conocen determinado contenido cultural y por eso no hay
que preguntar por él.
Ciertamente, en una reunión no habría ningún problema
en decir: «Disculpe, ¿podría usted explicarme el segundo
principio de la termodinámica? Nunca he logrado
entenderlo».
Ante nuestro ruego, seguramente otros exclamarán:
«Yo tampoco», y se producirán algunas risitas. El segundo
principio de la termodinámica no está entre las cosas que una
persona culta debe saber.
Pero haga usted esta pregunta: «¿Van Gogh? ¿No es
el delantero centro de la selección holandesa de fútbol, el que
rompió la nariz al portero alemán en el último campeonato mundial?».
Si sus contertulios se dan cuenta de que usted está hablando
en serio, se quedarán desconcertados, y en adelante
intentarán evitarle.
Esto nos lleva a otra definición de la cultura.
La cultura personal se compone de conocimientos por
los que no se puede preguntar.
No malinterprete la perplejidad provocada por su pregunta
sobre Van Gogh como una muestra de arrogancia por
parte de sus contertulios. Dicha perplejidad es más bien el
resultado de su desconcierto ante alguien que ha roto el juego
de suposiciones propio de la cultura. Esta ruptura los paraliza:
de repente, la conversación fluida choca con el muro
de la desorientación. Cualquier respuesta que le diesen sería
un insulto para usted, y se le trataría como a un leproso. He
aquí algunas de las respuestas imposibles:
«No, amigo mío, el Van Gogh del que estamos hablando
era un pintor».
Ésta sería la respuesta más directa y, aunque parezca de
sentido común, en realidad es una bomba, pues pone de manifiesto
que usted es un zoquete y a partir de ahora se le tratará
como a un paria.
Otra respuesta podría ser la siguiente: «No lo creo, pero
naturalmente no sé tanto de fútbol como usted».
Esto bastaría para provocar en los demás algunas sonrisas.
Con esta contestación usted aparecería ante ellos como
un hooligan, como alguien que está al tanto de todo lo relacionado
con este primitivo juego, pero que no sabe nada del
arte occidental.
Una tercera respuesta aún más jocosa podría ser: «Sí,
pero no fue la nariz, sino la oreja, y no se la cortó al portero,
sino a sí mismo».
Esto provocaría una carcajada general y usted, en su
confusión, aparecería ante los demás como un imbécil.
OTRO TABU: NO SER DESCORTES
Pero como la cortesía prohibe este tipo de respuestas,
sus contertulios se quedarán paralizados y fuera de juego.
Usted no se ha desacreditado ante los demás por poner de
manifiesto una laguna cultural, sino porque ha violado las reglas
de juego y ha puesto al descubierto los presupuestos implícitos
del juego de la cultura.
Ha obligado a los participantes en el juego a descubrir y a explicitar lo que hasta ese momento permanecía latente y oculto. Pero
BRILIANT. COMO NO SE PUEDEN FUNDAMENTAR ES PENOSO EXPLICARLAS Y GRAVISIMO PONER AL DESCUBIERTO LOS PRESUPUESTOS OBVIOS & incuestionables DEL JUEGO DE LA CULTURA!!!--- justificar la autoridad. imposible! ricoeur
¿por qué resulta tan penoso explicar las reglas de juego y decir lo que hay que
saber? ¿Por qué es tan grave poner al descubierto los presupuestos
obvios del juego de la cultura?
Muy sencillo: porque estos presupuestos no se pueden
fundamentar.
Ni siquiera las personas cultas serán capaces de decirle
por qué Van Gogh es uno de los pintores que hay que conocer,
mientras que Fritz von Uhde es un pintor al que sólo tienen
la obligación de conocer los expertos en pintura, aunque
su cuadro Pelando patatas tenga la misma fuerza expresiva que
Comiendo patatas de Van Gogh.
Pero la obligación de conocer al uno y no al otro es uno de los presupuestos incuestionables que fundan una comunidad.
Esto nos conduce a otra definición.
La cultura es una comunidad de fieles.
Su credo es el siguiente:
Creo en Shakespeare, en Goethe y en las obras canónicas
reconocidas así en la tierra como en el cielo. Creo en Vincent van
Gogh, el retratista tocado por Dios etc Creo en el poder de la cultura, en la vida
eterna de los genios, en la santa Iglesia del Arte, en la comunión
de los cultos y en los valores del humanismo. Por los siglos
de los siglos, amén
COMUNIDAD DE FIELES. TEXTOS CANONICOS
Precisamente por ser una comunidad de fieles, la cultura
tiene unos textos canónicos.
Canon, «vara» en griego, significaba
originariamente «regla» («La letra con sangre entra
»); después pasó a designar los escritos considerados como
la revelación directa de la Palabra de Dios: las Sagradas Escrituras.
En este mismo sentido, también existen unos textos
canónicos de esa religión que es la cultura.
EL PROCESO DE SELECCION DE LO CANONICO
Aquellos contenidos culturales que hoy consideramos
canónicos no nos los dictan ni los papas ni padres de la Iglesia,
sino que son el producto de un largo proceso de selección
que sigue prolongándose hasta hoy mismo. Es posible influir
en él, pero no dirigirlo. La cultura es el resultado de un permanente
proceso de sedimentación, una especie de morrena
terminal, un montón de contenidos depositados por el glaciar
de un consenso general. Al igual que los dogmas fundamentales
de la religión, este consenso sólo es capaz de instituir
una comunidad si no se ve cuestionado.
Ello introduce una división en los hombres entre expertos
y legos, integrados y marginados, ya que
un grupo sólo puede reconocer su identidad y sus ideales SI SE DELIMITA claramente
de lo que es distinto de él.
Por eso quienes están excluidos de la cultura experimentan el deseo de acceder a ella.
CANON. VALIDEZ INCUESTIONABLE? > MAS FACIL DE TRANSGREDIR!!!
Al mismo tiempo, la validez incuestionable de los cánones
culturales los hace tanto más fáciles de transgredir. Una
paradoja sólo en apariencia, pues es precisamente lo que posibilita
superar la contradicción existente entre la pretensión
de validez eterna que reclaman los cánones, por una parte, y
la necesidad de la cultura de evolucionar y de seguir transformándose,
por otra. Así pues, el efecto perturbador de un
contraprograma que cuestione los cánones culturales será
tanto mayor cuanto más obvios sean estos cánones. Por eso,
los mayores enemigos de la filosofía y la literatura actual son
la filosofía y la literatura del futuro. Y en la cultura ocurre
exactamente lo mismo. Sus normas son tan obvias que su mera
explicitación resulta perturbadora
El gusto es en la cultura lo que la fe en la religión: burla
cualquier intento de fundamentación. De gustibus non est disputandum,
sobre gustos no debe haber disputa. Esta es justamente
la función que cumple en la cultura el juego de suposiciones:
TERRORISMO RETORICO QUE ATEMORRIZA AL IGNORANTE. x la suposición que TODOS saben lo que hay que saber!!!
la suposición de que todos saben lo que hay que saber.
favorece un terrorismo retórico que atemoriza al
ignorante.
En un cóctel de intelectuales no sería insólito que
alguien hiciera a un corro de atentos oyentes la siguiente observación:
Como ustedes saben, el estructuralismo no es más que
un neokantismo encubierto. Naturalmente, ustedes me preguntarán
dónde está aquí el sujeto transcendental. Admito
que posiblemente no hay sujeto, pero sin duda el estructuralismo
es de naturaleza trascendental. Y yo les pregunto: ¿acaso
no es necesariamente la historia de la cultura, pese al giro
antihumanista, una hegelianización del estructuralismo?
Algunos de sus contertulios asentirán pensativos; a
otros se les escapará un «¡ejem!» o un sonido similar al que
emite una vaca cuando, disponiéndose a mugir, se lo piensa
mejor. Todo ello significa que se está ante una cuestión que
hay que meditar, ante una idea tan profunda que asimilarla
lleva su tiempo, etcétera. De este modo los contertulios dan a
entender que han comprendido la observación, y a todos les
pasa inadvertido que, en realidad, ninguno de ellos tiene la
menor idea de lo que se está diciendo. Juntos, los oyentes
forman un abismo de ignorancia que el orador franquea con
absoluta seguridad.
Pero si alguien sintiese la necesidad de responderle, jamás
le diría: «¿Pero de qué está usted hablando?», aunque
fuera la descripción más fiel de la situación. Haría más bien
el siguiente comentario: «Del kantismo al hegelianismo hay
sólo un paso».
También podría decir: «Kant y Hegel son dos mundos
distintos». O: «¿No es Hegel un kantiano encubierto?».
Un comentario de este tipo cautivaría al orador y provocaría
la admiración de los contertulios.
UNA CONVERSACION CULTA NO ES INTERCAMBIO D INFORMACIONES. SINO UN PARTIDO DE FUTBOL. EL QUE RESPONDE PASA EL BALON AL QUE HABLA
Una conversación culta no es un intercambio de informaciones:
nada más lejos de la realidad. Se asemeja más bien
a un partido de fútbol en el que quien responde pasa el balón
al que habla. Para jugar al fútbol, no es necesario examinar el
balón y saber si está hecho de cuero o de material sintético;
tampoco se juega sacando el balón fuera del campo y discutiendo
el sentido de las reglas del juego con el equipo.
OBSERVAR AL QUE LLEVA EL BALON Y DEVOLVERSELO CUANDO LLEGA A TI
Jugar bien al fútbol significa observar al que lleva el balón
y, cuando el esférico llega a nuestro poder, devolvérselo
al anterior. El material necesario para seguir jugando se obtiene
a partir de las palabras del interlocutor.
EN APUROS, COGER CUALQUIER PALABRA EN TONO INTERROGACION
En caso de apuro, basta con tener buenos reflejos. Cualquier palabra puede
ser buena para cogerla y ponerla entre signos de interrogación:
«¿Necesariamente? ¿Encubierto? ¿Sin sujeto, pero
transcendental?».
No es necesario saber qué significa todo
esto; al contrario, si no se sabe la atención prestada parece
mayor. No obstante, no se puede participar en el juego sin
saber absolutamente nada. El juego de la cultura tiene una
función determinada y unos elementos propios.
Qué sabe la gente culta
Imaginemos el estado de un tablero de ajedrez al final
de una partida. Las piezas blancas que quedan sobre el tablero
son, además del rey, tres peones, un alfil, una torre y un
caballo; las piezas negras: dos peones, dos caballos y dos alfiles.
Estos son los elementos que suelen componer el juego de
la cultura.
Los jugadores son las personas cultas. Así como aquéllos
han perdido casi todas las piezas, éstos han olvidado la
mayor parte de sus conocimientos. Pero las piezas que todavía
conservan les recuerdan aquellas que les faltan. Por lo tanto,
saben lo que una vez supieron. Y como están familiarizados
con el juego del ajedrez, saben que el número de figuras canónicas
de cada jugador asciende a dieciséis.
Al mismo tiempo, la pérdida de las piezas no les ha hecho
olvidar las reglas del juego. Aunque ya sólo conservan
unas cuantas, al final de la partida todavía son capaces de jugar
tan bien como al principio de la misma. Imaginemos ahora
que nuestro amigo, el que se había extendido sobre el estructuralismo
y el neokantismo encubierto, sea un jugador de ajedrez
que conserva aún todas sus piezas, mientras que a su contrincante
sólo le queda la reina. Dejando aparte el hecho de
que aquí no se trata de hacer jaque mate, el jugador que cuenta
con la reina se asemeja al contertulio que no tiene la menor
idea de neokantismo, pero que no obstante juega bien.
Así como el jugador de ajedrez al que le faltan la mayoría de las piezas
es incapaz de tomar la iniciativa en el juego y sus movimientos
no son más que una respuesta a los movimientos de
su contrincante, nuestro contertulio se limita a tomar la información
que le proporciona el entusiasta del neokantismo y a
devolvérsela enriquecida con su propia reacción.
Naturalmente, para ello necesita un mínimo de conocimientos,
del mismo modo que el jugador de ajedrez necesita la
reina para poder reaccionar. Pero, sobre todo, ha de conocer las
reglas del juego, y no las conocería si en el pasado no hubiese
tenido las piezas de las que su contrincante todavía dispone.
********LA CULTURA DE UN INDIVIDUO= MEZCLA DE REGLAS DE JUEGO, INFORMACIONES, VISION GENERAL DEL TERRENO DE JUEGO, EL NUMERO DE PIEZAS DE LAS CUALES DISPONE Y SU VALOR . LO MISMO QUE EL JUGADOR DE AJEDREZ/ASCETA!!! ***********
La cultura de un individuo no se compone fundamentalmente
de informaciones, sino más bien, como en el caso
del jugador de ajedrez, de una mezcla de reglas de juego, informaciones
y de una visión global del terreno de juego así
como del número de piezas y de su valor.
Si tiene esto, podrá recordar lo que ha perdido y conservará intacta la capacidad
de jugar, aunque haya perdido muchos de sus conocimientos. !!!
Esto nos lleva a otra definición de la cultura:
También es culto quien ha sido culto
De este modo, no podemos reducir este juego de suposiciones
que es la cultura a un simple engaño, aunque naturalmente,
sacada de su contexto, apenas puede distinguirse de él.
Pero es más acertado compararla con una partida de póquer,
en la que el jugador dice a los demás dos cosas: que no tiene
nada, pero que dispone de un royalflush.
Sólo que en el juego de la cultura está prohibido decir: «Quiero ver las cartas».
Para evitar extraer falsas conclusiones, el principiante
debe saber todo esto. Ciertamente, su impresión de que los
«cultos» no suelen saber demasiadas cosas, y de que a veces
no saben absolutamente nada, no es una impresión equivocada.
También es cierto que raramente lo admiten y que se
esfuerzan por aparentar lo contrario. Pero sería un error
decir que todo esto es una mentira. Antes bien,
LA SEGURIDAD INDICIO DE QUE QUIEN ENGAÑA CONOCE EL TERRENO DE JUEGO!
la seguridad con la que se logra burlar al interlocutor es un indicio de
que quien engaña conoce el terreno de juego.
Al igual que Sócrates, sabe perfectamente lo que no sabe.
Tal vez lo haya
sabido alguna vez y sea capaz de reconocerlo si el otro lo
pone sobre la mesa; o puede que conozca de qué tipo de información
se trata, al igual que un jugador de ajedrez sabe qué movimientos puede hacer el caballo.
LAS PIEZAS NO SON CUMULOS DE INFORMACION SINO UN CONJUNTO DE REGLAS. ABREVIATURAS. LA CITA, FUNCION IDENTIFICADORA
Para él, las piezas no son cúmulos de información, sino un conjunto de reglas.
Estas piezas podrían recibir nombres indios , : así, por ejemplo, el caballo podría llamarse
El-que-salta-sobre-las-demás-piezas-y-avanza-dos-casillas-adelante-y-una-a-un-lado-o-al-revés.
Pero esto es demasiado prolijo y resulta más sencillo decir «caballo», que
significa lo mismo.
Por este motivo, en la comunicación cultural se utiliza toda una serie de abreviaturas, que constituyen los signos de identificación desarrollados por todas las jergas para distinguir al experto del lego.
En el lenguaje de la cultura, la función identificadora la
cumple la cita
. En el pasado, la obra de los clásicos alemanes
constituía un auténtico tesoro de citas: «En el hogar manda la
mujer virtuosa», decía en determinadas celebraciones con actitud
patriarcal el probo cabeza de familia citando La canción de
la campana de Schiller. Hoy esto se consideraría «mega-out»,
lo que no deja de ser un signo evidente del desfallecimiento del
viejo canon cultural. Pero, sin apenas notarlo, han ido imponiéndose
nuevos cánones.
* «No hay vida verdadera en la falsa».
Esta sentencia de Adorno dio expresión al sentir de la generación
de 1968, y pobre de aquel que no la conozca.
*Ninguna conversación culta sobre el pasado de Alemania puede prescindir
de las sentencias de Brecht («El seno materno sigue siendo
fecundo») y de Celan («La muerte es un maestro alemán»).
Naturalmente, esto no significa que se haya echado por la
borda el antiguo tesoro de citas. Shakespeare, por ejemplo, sigue
siendo citado. Y, lógicamente, nuestros vecinos occidentales
han conservado su propio canon.
LA CITA ENCUBIERTA, guiño entre los hablantes
En los países de habla inglesa la cita encubierta es un fenómeno habitual, y la mayoría
de las veces es Shakespeare quien ha de soportarlo. Por otra
parte, algunos autores, buscando el reconocimiento, extraen
los títulos de sus libros de citas de los clásicos: el título Brave
new world (Un mundo feliz), la famosa antiutopía de Aldous
Huxley, es un verso de La tempestad de Shakespeare («Oh, brave
new world, that has such people in it>>: «¡Oh, hermoso mundo
nuevo, que alberga gente como ésta!»); el título de la novela de
Robert Penn Warren Todos los hombres del rey procede de la
obra A través del espejo de Lewis Carroll («y ni todos los caballos
ni todos los hombres del rey consiguieron unir a Humpty
Dumpty»); asimismo, Por quién doblan las campanas, la novela
de Hemingway sobre la Guerra Civil española, debe su título a
un Soneto sacro de John Donne («No es necesario que preguntes
por quién doblan las campanas; doblan por ti»).
En la comunicación directa, la cita suele funcionar como
una especie de guiño entre los hablantes: «Nosotros nos entendemos
perfectamente, ¿verdad?». Puede resultar muy molesto
que alguien nos haga un guiño y que nosotros no sepamos qué
nos quiere decir.
Así nos sucede cuando tenemos la impresión de
que alguien está citando, pero no sabemos exactamente qué.
En esta situación es aconsejable que nos comportemos como cuando
se nos hace un guiño: que sonriamos con complicidad y finjamos
saber qué se nos quiere decir.
En cualquier caso, lo que nunca hemos de hacer es asustarnos o pedir precipitadamente una explicación.
Basta con que esperemos un poco, pues normalmente
el propio desarrollo de la conversación se encargará de
aclarar el asunto.
EL PRINCIPIO ETCETERA: LA CAPACIDAD DE TOLERAR CIERTO GRADO DE INCERTIDUMBRE Y CONFIAR QUE PRONTO SE ACLARARÁ TODO
Los sociólogos han acuñado un concepto para
caracterizar este tipo de táctica: la denominan «el principio etcétera
». Este principio hace referencia a la capacidad que todos
nosotros tenemos para tolerar cierto grado de incertidumbre en
la comunicación, confiando en que pronto se aclarará todo. Este
principio se considera un principio realista. En el ámbito de la
cultura, la perfecta aplicación del principio etcétera requiere una
inmensa !!! capacidad para tolerar la incertidumbre.
LA POSIBILIDAD DE ENGAÑO SE BASA EN NUESTRA TOLERANCIA A LA INCERTIDUMBRE
Si el discurso cultural se presta tanto al engaño, es precisamente
porque todos nosotros disponemos de tal capacidad
para tolerar la incertidumbre.
De esto se aprovechan especialmente
los impostores y quienes gustan de tomar el pelo
a los demás, de modo que cada cual puede inventar sus propias
citas. Así: como dijo Goethe «Mentes tan ingeniosas
merecen ser recompensadas». Nadie podrá demostrar inmediatamente
que Goethe nunca dijo tal cosa, y sería absurdo
abrir un debate imposible de zanjar.
Pero lo que hemos dicho de la cita, también es válido en
relación con la función que cumple la literatura en la comunicación
entre la gente culta: la literatura posibilita entenderse
con abreviaturas.
LA LITERATURA: DESTINOS PROTOTIPICOS
La literatura ofrece la posibilidad de formular en forma
de cita las complejas relaciones existentes entre determinados
procesos sociales y las vidas de las personas, dándoles un
nombre y una dirección. En sus historias se personifican destinos
prototípicos, que después adquieren una fisonomía
concreta a través de los correspondientes personajes: Hamlet,
Don Juan, Fausto, Shylock, Robinson Crusoe, Don Quijote,
Edipo, Lady Macbeth, Ana Karenina, Romeo y Julieta,
Alicia en el país de las maravillas, Frankenstein, etcétera. Al
igual que las personas, estos personajes son «informaciones
condensadas»: juntos forman el círculo de amistades que
comparten todos los miembros de una sociedad. La crítica literaria
es una charla que gira en torno al círculo de conocidos,
y los que participan en ella pueden comparar entre sí el
juicio que aquéllos les merecen.
Ciertamente, existe un prejuicio muy extendido tanto sobre
la charla como sobre la literatura. Según este prejuicio,
profundamente machista, ni la charla ni la literatura son cosas
serias sino un simple pasatiempo de mujeres. En efecto, las
mujeres suelen leer más literatura que los hombres, pues se interesan
más por las historias, por los personajes y sus destinos.
SOLO LAS HISTORIAS QUE OBSERVAMOS EN OTROS NOS DAN LA LOGICA DE LOS PROCESOS EN LAS CUALES ESTAMOS INMERSOS NOSOTROS MISMOS
Pero he de decir algo a los hombres: el «tiempo» sólo puede
observarse a través de las historias, pues sólo ellas ofrecen la
lógica de determinados procesos. Sólo mediante las historias
podemos captar determinados procesos no lineales, como por
ejemplo las profecías autorrealizativas, esto es, aquellas que se
cumplen a sí mismas (la suposición «Todos me toman por un
loco», es una profecía de este tipo: quien se obsesiona con esta
idea, pronto llegará a tener razón); y sólo a través de las historias
que observamos en otros podemos observar los procesos
en los que nos hallamos inmersos nosotros mismos.
*Así, por ejemplo, si no se conoce a Don Quijote, resulta
más fácil enredarse en luchas contra molinos de viento;
*si no se ha leído Las brujas de Salem de Arthur Miller, es más probable
llegar a formar parte de una jauría inconsciente que va
a la caza de una presa.
SOLO POR LAS OBRAS LITERATURA TOMAR DISTANCIA RESPECTO A TI MISMO
Únicamente a través de las obras de la literatura podemos tomar distancia con respecto a nosotros mismos.
Y más de una hija que acaba de mandar a su padre a
una residencia de ancianos, podrá verse a sí misma de forma
bien distinta después de asistir a una representación de El rey
Lear de Shakespeare.
DEMANDA DE HISTORIAS- CINE Y TV. PERO SOLO LA NOVELA PUEDE OFRECER LA VISION INTERNA DE UN PERSONAJE. EN EL CINE LS VEMOS SOLO DESDE FUERA
Como es natural, hemos de reconocer que los medios
de comunicación de masas, sobre todo el cine y la televisión,
han relevado hoy en gran medida a la literatura en su función
de satisfacer la demanda de historias que presenta nuestra sociedad.
Sin embargo, hay algo que sólo la novela puede ofrecer:
la visión interna de un personaje, pues exclusivamente
ella nos permite experimentar cómo puede sentirse la víctima
de una jauría humana. En el cine, ciertamente, vemos al personaje
perseguido en todas sus situaciones y podemos identificarnos
con su destino, pero sólo lo observamos desde fuera.
En la novela, en cambio, experimentamos la persecución tal
y como la vive la propia víctima, es decir, podemos ver el
mundo con sus ojos y compartir sus vivencias.
En este sentido, la novela es única. Nos ofrece algo imposible
en cualquier otro género artístico y en la realidad: ver
el mundo desde la perspectiva de otra persona y, al mismo
tiempo, observar su experiencia.
LITERATURA QUE NOS SEDUZCA, COMO EN EL AMOR. QUE NO SEA UNA OBLIGACION CONYUGAL, LEER PORQUE SE DEBE ETC
El principal problema radica en que la formación literaria
presenta un rasgo muy particular: no es posible obligar a
leer a nadie. Se ha de leer voluntariamente. Desde este punto
de vista, la literatura es como el amor: ha de seducirnos, invitarnos
a la lectura. Leer porque se debe leer equivale a hacer
del amor un deber conyugal.
Pero la necesidad de que la lectura sea una actividad voluntaria,
hace de la literatura una prueba muy dura, pues no
basta con tener buena voluntad. Además de espontaneidad, se
requiere sensibilidad.
ENAMORARSE POR LO MENOS UNA VEZ EN LA VIDA, LEER POR LO MENOS UNA GRAN NOVELA. pa que nuestro espiritu no se vuelva sombrío
No hemos de enamorarnos constantemente,
pero si ni siquiera lo hacemos una vez en la vida nuestro
espíritu se volverá sombrío.
Del mismo modo, no necesitamos
leer todas las grandes novelas, pero quien no lea ninguna acabará
convirtiéndose en una especie de hombre de Neandertal.
De esto se desprende un buen consejo, que dirijo sobre
todo a los hombres (las mujeres no lo necesitan). Así como antes,
para introducir a un joven en los secretos del sexo se lo enviaba
a un burdel, donde a cambio de dinero una prostituta le
posibilitaba transgredir las normas del decoro, del mismo modo
todos deberían sentir el deber de iniciarse en la literatura leyendo
una gran novela, para después seguir sus propios impulsos.
Tras leer la novela, el lector podrá decir aliviado «Nunca
más» o, por el contrario, aficionarse a la lectura.
CONOCER UNA GRAN NOVELA ES ENTRAR EN EL JUEGO DE LA CULTURA!!!
En cualquier
caso, cuando se conoce una gran novela se deja atrás la frontera
existente entre la formación literaria y la incultura, y se entra en
el juego de la cultura. Supongamos que la novela que se ha leído
es El hambre sin atributos de Musil —lo que, por otra parte,
sería una excelente elección, puesto que esta novela no la ha leído
casi nadie LOL— y que 2 se esté en una tertulia que gira en torno a
Kafka, a quien no se ha leído. A pesar de esto, este lector será
capaz de participar en la conversación, pues podrá decir cosas
como éstas: «¿Kafka? Sí, pero no es un Robert Musil».
Si se expresa en estos términos, provocará la sorpresa de
sus contertulios. E incluso si alguien le replicase: «¿Por qué dice
usted eso?», podría responder sin más: «Bien, Musil me
convence porque no se pone las cosas fáciles. Kafka es naturalmente
muy efectista, pero ¿qué hay detrás de esos efectos?». LOL
Una respuesta de este tipo nunca puede ser falsa. Y
nuestro lector podrá responder a cualquier otra pregunta que
se le plantee remitiéndose a El hombre sin atributos.
GRAN OBRA CONOCIDA= FORTALEZA DESDE DONDE SE PUEDEN EMPRENDER ATAQUES /DONDE TE PUEDES REFUGIAR EN CASO DE PELIGRO
Musil será
una fortaleza desde la que podrá emprender continuos ataques y comentar la obra de cualquier escritor desconocido
para él, volviendo a refugiarse inmediatamente en ella en caso
de peligro.
Cuando se conoce otras grandes novelas, la
tertulia se convierte en un partido de béisbol.
4 BASES-- FLAUBERT DOS PASSOS JOYCE MUSIL. PAPEL DEL BATEADOR QUE ESPERA LA BOLA. Y QUE CUENTA CON 4 BASES. EL LANZADOR LE SIRVE LA BOLA LLAMADA KAFKA
Imaginemos
que nuestro lector haya leído también a Joyce, Dos Passos y
Flaubert (en este caso, además de la base inicial que es la obra
de Musil, el lector cuenta con otras tres bases), y adopta el
papel del bateador (batter) que espera la bola. El lanzador
(pitcher) le sirve la bola llamada Kafka. Nuestro bateador la
golpea y consigue arrojarla tan lejos, que tiene tiempo suficiente
para desplazarse desde su «base Musil» hasta la base
«Joyce» y tal vez hasta las bases «Dos Passos» y «Flaubert»,
antes de que el contrincante haya devuelto la bola «Kafka»
con la intención de cogerlo fuera de una de las bases. Naturalmente,
para poder hacer esta carrera de vuelta a la base
inicial, el jugador tiene que haber golpeado la bola correctamente.
SI TE AFICIONAS A LA LITERATURA, LAS COSAS MARCHAN SOLAS. LA VISITA AL BURDEL FUE DECISIVA LOL. EL EFECTO QUE PRODUCE BORRA SUS HUELLAS. A PARTIR DE AHORA EL AMOR TOMA EL MANDO. LA LITERATURA CREA UNA FORMA DE INTIMIDAD
En el curso de este ejercicio puede ocurrir que uno se
aficione verdaderamente a la literatura, y entonces las cosas
marchen solas. Ciertamente la visita al burdel fue decisiva,
pero el efecto que produce borra sus huellas. A partir de ahora
el amor toma el mando.
Esta analogía no es arbitraria: en ninguna otra parte se
aprende tanto sobre el amor como en la literatura, porque ésta
se asemeja al amor.
La literatura nos seduce y nos invita a
participar en ella, pone en marcha nuestra fantasía y hace que
la vida sea menos banal.
La literatura, como el amor, crea una
forma de intimidad. Uno acaba conociendo mejor a los personajes
literarios que a sí mismo. Esta semejanza entre la literatura
y el amor es probablemente otra de las razones por las
que las mujeres se interesan más por la literatura que los
hombres. Por eso los hombres han de empezar iniciándose
en el arte de amar que es la literatura.
La cultura es la familiaridad
con los 1 rasgos fundamentales de la historia de nuestra civilización,
2 con las grandes teorías filosóficas y científicas, así como
3 con el lenguaje y las obras más importantes del arte, la música y la literatura.
La cultura es el estado de agilidad y de buena forma del espíritu
que surge cuando se ha sabido todo y se ha olvidado todo:
«Olvido la mayor parte de lo que he leído, así como lo que he comido;
pero sé que estas dos cosas contribuyen por igual a sustentar
mi espíritu y mi cuerpo» (Georg Christoph Lichtenberg).
LAS REGLAS DEL JUEGO. UN JUEGO DE SUPOSICIONES Y TABUES. INSEGURIDADES Y CONFUSIONES. NO SE DEBEN HACER EXPLICITAS LAS REGLAS DEL JUEGO
si consideramos la realidad social, comprobaremos
que la cultura no es solamente un ideal, un proceso y un estado,
sino también un juego social.
El objetivo de este juego es sencillo: mostrarse ante los demás como una persona culta;
pero el juego tiene sus reglas y quien no lo haya practicado desde la infancia, después tiene serias dificultades para aprenderlas. ¿Por qué? Porque para poder poner en práctica
estas reglas, primero hay que conocerlas. Sólo se nos admitirá
en el club de la cultura si dominamos sus reglas de juego; pero sólo en este club podemos aprender a jugar.
Esto es injusto. Pero ¿por qué es así?
Porque el juego de la cultura es un «juego de suposiciones».
SUPONEMOS QUE LOS DEMAS SON CULTOS/HONESTOS
Cuando tratamos con los demás, suponemos que son
personas cultas, y a su vez ellos suponen que nosotros los tenemos
por tales.
Estas suposiciones son una especie de formas de crédito.
En el ámbito de la moral, el fenómeno es muy corriente; solemos
suponer que normalmente la gente es honesta. En una tertulia
sería inapropiado preguntar: «Dígame, Dr. Isebrecht, ha
cometido usted alguna vez un robo? ¿No? ¿Y una violación?».
Asimismo, la cultura está sometida a un tabú: es inapropiado
poner a prueba la cultura del otro como si se tratase de
un concurso. Por eso no es aconsejable actuar de este modo:
«¿Quién construyó la catedral de Florencia? ¿Qué me dice?
¿No lo sabe? ¿Y dice usted haber hecho el bachillerato?».
Este tabú introduce una considerable confusión acerca
de lo que se supone que una persona culta debe saber. Y este
terreno movedizo causa una inseguridad generalizada que
lleva a nuevas suposiciones y a nuevos tabúes. Esto nos conduce
a otra definición de cultura:
La cultura es un juego social caracterizado por un conjunto
de expectativas y de expectativas de expectativas en relación
con la cultura de los participantes en dicho juego, quienes
no deben hacer explícitas ni las expectativas ni las expectativas
de expectativas.
Los participantes en este juego han de tener la
habilidad de averiguar y cumplir estas expectativas, y, cuando
esto no sea posible, evitar que los demás lo noten.
Así, en la cultura, como en el amor, las expectativas son
irreales, pues no pueden comprobarse.
PREGUNTAS TABU. RESPUESTAS DEMOLEDORAS
Ciertas preguntas son tabú: en caso de duda, hay que suponer que los demás
conocen determinado contenido cultural y por eso no hay
que preguntar por él.
Ciertamente, en una reunión no habría ningún problema
en decir: «Disculpe, ¿podría usted explicarme el segundo
principio de la termodinámica? Nunca he logrado
entenderlo».
Ante nuestro ruego, seguramente otros exclamarán:
«Yo tampoco», y se producirán algunas risitas. El segundo
principio de la termodinámica no está entre las cosas que una
persona culta debe saber.
Pero haga usted esta pregunta: «¿Van Gogh? ¿No es
el delantero centro de la selección holandesa de fútbol, el que
rompió la nariz al portero alemán en el último campeonato mundial?».
Si sus contertulios se dan cuenta de que usted está hablando
en serio, se quedarán desconcertados, y en adelante
intentarán evitarle.
Esto nos lleva a otra definición de la cultura.
La cultura personal se compone de conocimientos por
los que no se puede preguntar.
No malinterprete la perplejidad provocada por su pregunta
sobre Van Gogh como una muestra de arrogancia por
parte de sus contertulios. Dicha perplejidad es más bien el
resultado de su desconcierto ante alguien que ha roto el juego
de suposiciones propio de la cultura. Esta ruptura los paraliza:
de repente, la conversación fluida choca con el muro
de la desorientación. Cualquier respuesta que le diesen sería
un insulto para usted, y se le trataría como a un leproso. He
aquí algunas de las respuestas imposibles:
«No, amigo mío, el Van Gogh del que estamos hablando
era un pintor».
Ésta sería la respuesta más directa y, aunque parezca de
sentido común, en realidad es una bomba, pues pone de manifiesto
que usted es un zoquete y a partir de ahora se le tratará
como a un paria.
Otra respuesta podría ser la siguiente: «No lo creo, pero
naturalmente no sé tanto de fútbol como usted».
Esto bastaría para provocar en los demás algunas sonrisas.
Con esta contestación usted aparecería ante ellos como
un hooligan, como alguien que está al tanto de todo lo relacionado
con este primitivo juego, pero que no sabe nada del
arte occidental.
Una tercera respuesta aún más jocosa podría ser: «Sí,
pero no fue la nariz, sino la oreja, y no se la cortó al portero,
sino a sí mismo».
Esto provocaría una carcajada general y usted, en su
confusión, aparecería ante los demás como un imbécil.
OTRO TABU: NO SER DESCORTES
Pero como la cortesía prohibe este tipo de respuestas,
sus contertulios se quedarán paralizados y fuera de juego.
Usted no se ha desacreditado ante los demás por poner de
manifiesto una laguna cultural, sino porque ha violado las reglas
de juego y ha puesto al descubierto los presupuestos implícitos
del juego de la cultura.
Ha obligado a los participantes en el juego a descubrir y a explicitar lo que hasta ese momento permanecía latente y oculto. Pero
BRILIANT. COMO NO SE PUEDEN FUNDAMENTAR ES PENOSO EXPLICARLAS Y GRAVISIMO PONER AL DESCUBIERTO LOS PRESUPUESTOS OBVIOS & incuestionables DEL JUEGO DE LA CULTURA!!!--- justificar la autoridad. imposible! ricoeur
¿por qué resulta tan penoso explicar las reglas de juego y decir lo que hay que
saber? ¿Por qué es tan grave poner al descubierto los presupuestos
obvios del juego de la cultura?
Muy sencillo: porque estos presupuestos no se pueden
fundamentar.
Ni siquiera las personas cultas serán capaces de decirle
por qué Van Gogh es uno de los pintores que hay que conocer,
mientras que Fritz von Uhde es un pintor al que sólo tienen
la obligación de conocer los expertos en pintura, aunque
su cuadro Pelando patatas tenga la misma fuerza expresiva que
Comiendo patatas de Van Gogh.
Pero la obligación de conocer al uno y no al otro es uno de los presupuestos incuestionables que fundan una comunidad.
Esto nos conduce a otra definición.
La cultura es una comunidad de fieles.
Su credo es el siguiente:
Creo en Shakespeare, en Goethe y en las obras canónicas
reconocidas así en la tierra como en el cielo. Creo en Vincent van
Gogh, el retratista tocado por Dios etc Creo en el poder de la cultura, en la vida
eterna de los genios, en la santa Iglesia del Arte, en la comunión
de los cultos y en los valores del humanismo. Por los siglos
de los siglos, amén
COMUNIDAD DE FIELES. TEXTOS CANONICOS
Precisamente por ser una comunidad de fieles, la cultura
tiene unos textos canónicos.
Canon, «vara» en griego, significaba
originariamente «regla» («La letra con sangre entra
»); después pasó a designar los escritos considerados como
la revelación directa de la Palabra de Dios: las Sagradas Escrituras.
En este mismo sentido, también existen unos textos
canónicos de esa religión que es la cultura.
EL PROCESO DE SELECCION DE LO CANONICO
Aquellos contenidos culturales que hoy consideramos
canónicos no nos los dictan ni los papas ni padres de la Iglesia,
sino que son el producto de un largo proceso de selección
que sigue prolongándose hasta hoy mismo. Es posible influir
en él, pero no dirigirlo. La cultura es el resultado de un permanente
proceso de sedimentación, una especie de morrena
terminal, un montón de contenidos depositados por el glaciar
de un consenso general. Al igual que los dogmas fundamentales
de la religión, este consenso sólo es capaz de instituir
una comunidad si no se ve cuestionado.
Ello introduce una división en los hombres entre expertos
y legos, integrados y marginados, ya que
un grupo sólo puede reconocer su identidad y sus ideales SI SE DELIMITA claramente
de lo que es distinto de él.
Por eso quienes están excluidos de la cultura experimentan el deseo de acceder a ella.
CANON. VALIDEZ INCUESTIONABLE? > MAS FACIL DE TRANSGREDIR!!!
Al mismo tiempo, la validez incuestionable de los cánones
culturales los hace tanto más fáciles de transgredir. Una
paradoja sólo en apariencia, pues es precisamente lo que posibilita
superar la contradicción existente entre la pretensión
de validez eterna que reclaman los cánones, por una parte, y
la necesidad de la cultura de evolucionar y de seguir transformándose,
por otra. Así pues, el efecto perturbador de un
contraprograma que cuestione los cánones culturales será
tanto mayor cuanto más obvios sean estos cánones. Por eso,
los mayores enemigos de la filosofía y la literatura actual son
la filosofía y la literatura del futuro. Y en la cultura ocurre
exactamente lo mismo. Sus normas son tan obvias que su mera
explicitación resulta perturbadora
El gusto es en la cultura lo que la fe en la religión: burla
cualquier intento de fundamentación. De gustibus non est disputandum,
sobre gustos no debe haber disputa. Esta es justamente
la función que cumple en la cultura el juego de suposiciones:
TERRORISMO RETORICO QUE ATEMORRIZA AL IGNORANTE. x la suposición que TODOS saben lo que hay que saber!!!
la suposición de que todos saben lo que hay que saber.
favorece un terrorismo retórico que atemoriza al
ignorante.
En un cóctel de intelectuales no sería insólito que
alguien hiciera a un corro de atentos oyentes la siguiente observación:
Como ustedes saben, el estructuralismo no es más que
un neokantismo encubierto. Naturalmente, ustedes me preguntarán
dónde está aquí el sujeto transcendental. Admito
que posiblemente no hay sujeto, pero sin duda el estructuralismo
es de naturaleza trascendental. Y yo les pregunto: ¿acaso
no es necesariamente la historia de la cultura, pese al giro
antihumanista, una hegelianización del estructuralismo?
Algunos de sus contertulios asentirán pensativos; a
otros se les escapará un «¡ejem!» o un sonido similar al que
emite una vaca cuando, disponiéndose a mugir, se lo piensa
mejor. Todo ello significa que se está ante una cuestión que
hay que meditar, ante una idea tan profunda que asimilarla
lleva su tiempo, etcétera. De este modo los contertulios dan a
entender que han comprendido la observación, y a todos les
pasa inadvertido que, en realidad, ninguno de ellos tiene la
menor idea de lo que se está diciendo. Juntos, los oyentes
forman un abismo de ignorancia que el orador franquea con
absoluta seguridad.
Pero si alguien sintiese la necesidad de responderle, jamás
le diría: «¿Pero de qué está usted hablando?», aunque
fuera la descripción más fiel de la situación. Haría más bien
el siguiente comentario: «Del kantismo al hegelianismo hay
sólo un paso».
También podría decir: «Kant y Hegel son dos mundos
distintos». O: «¿No es Hegel un kantiano encubierto?».
Un comentario de este tipo cautivaría al orador y provocaría
la admiración de los contertulios.
UNA CONVERSACION CULTA NO ES INTERCAMBIO D INFORMACIONES. SINO UN PARTIDO DE FUTBOL. EL QUE RESPONDE PASA EL BALON AL QUE HABLA
Una conversación culta no es un intercambio de informaciones:
nada más lejos de la realidad. Se asemeja más bien
a un partido de fútbol en el que quien responde pasa el balón
al que habla. Para jugar al fútbol, no es necesario examinar el
balón y saber si está hecho de cuero o de material sintético;
tampoco se juega sacando el balón fuera del campo y discutiendo
el sentido de las reglas del juego con el equipo.
OBSERVAR AL QUE LLEVA EL BALON Y DEVOLVERSELO CUANDO LLEGA A TI
Jugar bien al fútbol significa observar al que lleva el balón
y, cuando el esférico llega a nuestro poder, devolvérselo
al anterior. El material necesario para seguir jugando se obtiene
a partir de las palabras del interlocutor.
EN APUROS, COGER CUALQUIER PALABRA EN TONO INTERROGACION
En caso de apuro, basta con tener buenos reflejos. Cualquier palabra puede
ser buena para cogerla y ponerla entre signos de interrogación:
«¿Necesariamente? ¿Encubierto? ¿Sin sujeto, pero
transcendental?».
No es necesario saber qué significa todo
esto; al contrario, si no se sabe la atención prestada parece
mayor. No obstante, no se puede participar en el juego sin
saber absolutamente nada. El juego de la cultura tiene una
función determinada y unos elementos propios.
Qué sabe la gente culta
Imaginemos el estado de un tablero de ajedrez al final
de una partida. Las piezas blancas que quedan sobre el tablero
son, además del rey, tres peones, un alfil, una torre y un
caballo; las piezas negras: dos peones, dos caballos y dos alfiles.
Estos son los elementos que suelen componer el juego de
la cultura.
Los jugadores son las personas cultas. Así como aquéllos
han perdido casi todas las piezas, éstos han olvidado la
mayor parte de sus conocimientos. Pero las piezas que todavía
conservan les recuerdan aquellas que les faltan. Por lo tanto,
saben lo que una vez supieron. Y como están familiarizados
con el juego del ajedrez, saben que el número de figuras canónicas
de cada jugador asciende a dieciséis.
Al mismo tiempo, la pérdida de las piezas no les ha hecho
olvidar las reglas del juego. Aunque ya sólo conservan
unas cuantas, al final de la partida todavía son capaces de jugar
tan bien como al principio de la misma. Imaginemos ahora
que nuestro amigo, el que se había extendido sobre el estructuralismo
y el neokantismo encubierto, sea un jugador de ajedrez
que conserva aún todas sus piezas, mientras que a su contrincante
sólo le queda la reina. Dejando aparte el hecho de
que aquí no se trata de hacer jaque mate, el jugador que cuenta
con la reina se asemeja al contertulio que no tiene la menor
idea de neokantismo, pero que no obstante juega bien.
Así como el jugador de ajedrez al que le faltan la mayoría de las piezas
es incapaz de tomar la iniciativa en el juego y sus movimientos
no son más que una respuesta a los movimientos de
su contrincante, nuestro contertulio se limita a tomar la información
que le proporciona el entusiasta del neokantismo y a
devolvérsela enriquecida con su propia reacción.
Naturalmente, para ello necesita un mínimo de conocimientos,
del mismo modo que el jugador de ajedrez necesita la
reina para poder reaccionar. Pero, sobre todo, ha de conocer las
reglas del juego, y no las conocería si en el pasado no hubiese
tenido las piezas de las que su contrincante todavía dispone.
********LA CULTURA DE UN INDIVIDUO= MEZCLA DE REGLAS DE JUEGO, INFORMACIONES, VISION GENERAL DEL TERRENO DE JUEGO, EL NUMERO DE PIEZAS DE LAS CUALES DISPONE Y SU VALOR . LO MISMO QUE EL JUGADOR DE AJEDREZ/ASCETA!!! ***********
La cultura de un individuo no se compone fundamentalmente
de informaciones, sino más bien, como en el caso
del jugador de ajedrez, de una mezcla de reglas de juego, informaciones
y de una visión global del terreno de juego así
como del número de piezas y de su valor.
Si tiene esto, podrá recordar lo que ha perdido y conservará intacta la capacidad
de jugar, aunque haya perdido muchos de sus conocimientos. !!!
Esto nos lleva a otra definición de la cultura:
También es culto quien ha sido culto
De este modo, no podemos reducir este juego de suposiciones
que es la cultura a un simple engaño, aunque naturalmente,
sacada de su contexto, apenas puede distinguirse de él.
Pero es más acertado compararla con una partida de póquer,
en la que el jugador dice a los demás dos cosas: que no tiene
nada, pero que dispone de un royalflush.
Sólo que en el juego de la cultura está prohibido decir: «Quiero ver las cartas».
Para evitar extraer falsas conclusiones, el principiante
debe saber todo esto. Ciertamente, su impresión de que los
«cultos» no suelen saber demasiadas cosas, y de que a veces
no saben absolutamente nada, no es una impresión equivocada.
También es cierto que raramente lo admiten y que se
esfuerzan por aparentar lo contrario. Pero sería un error
decir que todo esto es una mentira. Antes bien,
LA SEGURIDAD INDICIO DE QUE QUIEN ENGAÑA CONOCE EL TERRENO DE JUEGO!
la seguridad con la que se logra burlar al interlocutor es un indicio de
que quien engaña conoce el terreno de juego.
Al igual que Sócrates, sabe perfectamente lo que no sabe.
Tal vez lo haya
sabido alguna vez y sea capaz de reconocerlo si el otro lo
pone sobre la mesa; o puede que conozca de qué tipo de información
se trata, al igual que un jugador de ajedrez sabe qué movimientos puede hacer el caballo.
LAS PIEZAS NO SON CUMULOS DE INFORMACION SINO UN CONJUNTO DE REGLAS. ABREVIATURAS. LA CITA, FUNCION IDENTIFICADORA
Para él, las piezas no son cúmulos de información, sino un conjunto de reglas.
Estas piezas podrían recibir nombres indios , : así, por ejemplo, el caballo podría llamarse
El-que-salta-sobre-las-demás-piezas-y-avanza-dos-casillas-adelante-y-una-a-un-lado-o-al-revés.
Pero esto es demasiado prolijo y resulta más sencillo decir «caballo», que
significa lo mismo.
Por este motivo, en la comunicación cultural se utiliza toda una serie de abreviaturas, que constituyen los signos de identificación desarrollados por todas las jergas para distinguir al experto del lego.
En el lenguaje de la cultura, la función identificadora la
cumple la cita
. En el pasado, la obra de los clásicos alemanes
constituía un auténtico tesoro de citas: «En el hogar manda la
mujer virtuosa», decía en determinadas celebraciones con actitud
patriarcal el probo cabeza de familia citando La canción de
la campana de Schiller. Hoy esto se consideraría «mega-out»,
lo que no deja de ser un signo evidente del desfallecimiento del
viejo canon cultural. Pero, sin apenas notarlo, han ido imponiéndose
nuevos cánones.
* «No hay vida verdadera en la falsa».
Esta sentencia de Adorno dio expresión al sentir de la generación
de 1968, y pobre de aquel que no la conozca.
*Ninguna conversación culta sobre el pasado de Alemania puede prescindir
de las sentencias de Brecht («El seno materno sigue siendo
fecundo») y de Celan («La muerte es un maestro alemán»).
Naturalmente, esto no significa que se haya echado por la
borda el antiguo tesoro de citas. Shakespeare, por ejemplo, sigue
siendo citado. Y, lógicamente, nuestros vecinos occidentales
han conservado su propio canon.
LA CITA ENCUBIERTA, guiño entre los hablantes
En los países de habla inglesa la cita encubierta es un fenómeno habitual, y la mayoría
de las veces es Shakespeare quien ha de soportarlo. Por otra
parte, algunos autores, buscando el reconocimiento, extraen
los títulos de sus libros de citas de los clásicos: el título Brave
new world (Un mundo feliz), la famosa antiutopía de Aldous
Huxley, es un verso de La tempestad de Shakespeare («Oh, brave
new world, that has such people in it>>: «¡Oh, hermoso mundo
nuevo, que alberga gente como ésta!»); el título de la novela de
Robert Penn Warren Todos los hombres del rey procede de la
obra A través del espejo de Lewis Carroll («y ni todos los caballos
ni todos los hombres del rey consiguieron unir a Humpty
Dumpty»); asimismo, Por quién doblan las campanas, la novela
de Hemingway sobre la Guerra Civil española, debe su título a
un Soneto sacro de John Donne («No es necesario que preguntes
por quién doblan las campanas; doblan por ti»).
En la comunicación directa, la cita suele funcionar como
una especie de guiño entre los hablantes: «Nosotros nos entendemos
perfectamente, ¿verdad?». Puede resultar muy molesto
que alguien nos haga un guiño y que nosotros no sepamos qué
nos quiere decir.
Así nos sucede cuando tenemos la impresión de
que alguien está citando, pero no sabemos exactamente qué.
En esta situación es aconsejable que nos comportemos como cuando
se nos hace un guiño: que sonriamos con complicidad y finjamos
saber qué se nos quiere decir.
En cualquier caso, lo que nunca hemos de hacer es asustarnos o pedir precipitadamente una explicación.
Basta con que esperemos un poco, pues normalmente
el propio desarrollo de la conversación se encargará de
aclarar el asunto.
EL PRINCIPIO ETCETERA: LA CAPACIDAD DE TOLERAR CIERTO GRADO DE INCERTIDUMBRE Y CONFIAR QUE PRONTO SE ACLARARÁ TODO
Los sociólogos han acuñado un concepto para
caracterizar este tipo de táctica: la denominan «el principio etcétera
». Este principio hace referencia a la capacidad que todos
nosotros tenemos para tolerar cierto grado de incertidumbre en
la comunicación, confiando en que pronto se aclarará todo. Este
principio se considera un principio realista. En el ámbito de la
cultura, la perfecta aplicación del principio etcétera requiere una
inmensa !!! capacidad para tolerar la incertidumbre.
LA POSIBILIDAD DE ENGAÑO SE BASA EN NUESTRA TOLERANCIA A LA INCERTIDUMBRE
Si el discurso cultural se presta tanto al engaño, es precisamente
porque todos nosotros disponemos de tal capacidad
para tolerar la incertidumbre.
De esto se aprovechan especialmente
los impostores y quienes gustan de tomar el pelo
a los demás, de modo que cada cual puede inventar sus propias
citas. Así: como dijo Goethe «Mentes tan ingeniosas
merecen ser recompensadas». Nadie podrá demostrar inmediatamente
que Goethe nunca dijo tal cosa, y sería absurdo
abrir un debate imposible de zanjar.
Pero lo que hemos dicho de la cita, también es válido en
relación con la función que cumple la literatura en la comunicación
entre la gente culta: la literatura posibilita entenderse
con abreviaturas.
LA LITERATURA: DESTINOS PROTOTIPICOS
La literatura ofrece la posibilidad de formular en forma
de cita las complejas relaciones existentes entre determinados
procesos sociales y las vidas de las personas, dándoles un
nombre y una dirección. En sus historias se personifican destinos
prototípicos, que después adquieren una fisonomía
concreta a través de los correspondientes personajes: Hamlet,
Don Juan, Fausto, Shylock, Robinson Crusoe, Don Quijote,
Edipo, Lady Macbeth, Ana Karenina, Romeo y Julieta,
Alicia en el país de las maravillas, Frankenstein, etcétera. Al
igual que las personas, estos personajes son «informaciones
condensadas»: juntos forman el círculo de amistades que
comparten todos los miembros de una sociedad. La crítica literaria
es una charla que gira en torno al círculo de conocidos,
y los que participan en ella pueden comparar entre sí el
juicio que aquéllos les merecen.
Ciertamente, existe un prejuicio muy extendido tanto sobre
la charla como sobre la literatura. Según este prejuicio,
profundamente machista, ni la charla ni la literatura son cosas
serias sino un simple pasatiempo de mujeres. En efecto, las
mujeres suelen leer más literatura que los hombres, pues se interesan
más por las historias, por los personajes y sus destinos.
SOLO LAS HISTORIAS QUE OBSERVAMOS EN OTROS NOS DAN LA LOGICA DE LOS PROCESOS EN LAS CUALES ESTAMOS INMERSOS NOSOTROS MISMOS
Pero he de decir algo a los hombres: el «tiempo» sólo puede
observarse a través de las historias, pues sólo ellas ofrecen la
lógica de determinados procesos. Sólo mediante las historias
podemos captar determinados procesos no lineales, como por
ejemplo las profecías autorrealizativas, esto es, aquellas que se
cumplen a sí mismas (la suposición «Todos me toman por un
loco», es una profecía de este tipo: quien se obsesiona con esta
idea, pronto llegará a tener razón); y sólo a través de las historias
que observamos en otros podemos observar los procesos
en los que nos hallamos inmersos nosotros mismos.
*Así, por ejemplo, si no se conoce a Don Quijote, resulta
más fácil enredarse en luchas contra molinos de viento;
*si no se ha leído Las brujas de Salem de Arthur Miller, es más probable
llegar a formar parte de una jauría inconsciente que va
a la caza de una presa.
SOLO POR LAS OBRAS LITERATURA TOMAR DISTANCIA RESPECTO A TI MISMO
Únicamente a través de las obras de la literatura podemos tomar distancia con respecto a nosotros mismos.
Y más de una hija que acaba de mandar a su padre a
una residencia de ancianos, podrá verse a sí misma de forma
bien distinta después de asistir a una representación de El rey
Lear de Shakespeare.
DEMANDA DE HISTORIAS- CINE Y TV. PERO SOLO LA NOVELA PUEDE OFRECER LA VISION INTERNA DE UN PERSONAJE. EN EL CINE LS VEMOS SOLO DESDE FUERA
Como es natural, hemos de reconocer que los medios
de comunicación de masas, sobre todo el cine y la televisión,
han relevado hoy en gran medida a la literatura en su función
de satisfacer la demanda de historias que presenta nuestra sociedad.
Sin embargo, hay algo que sólo la novela puede ofrecer:
la visión interna de un personaje, pues exclusivamente
ella nos permite experimentar cómo puede sentirse la víctima
de una jauría humana. En el cine, ciertamente, vemos al personaje
perseguido en todas sus situaciones y podemos identificarnos
con su destino, pero sólo lo observamos desde fuera.
En la novela, en cambio, experimentamos la persecución tal
y como la vive la propia víctima, es decir, podemos ver el
mundo con sus ojos y compartir sus vivencias.
En este sentido, la novela es única. Nos ofrece algo imposible
en cualquier otro género artístico y en la realidad: ver
el mundo desde la perspectiva de otra persona y, al mismo
tiempo, observar su experiencia.
LITERATURA QUE NOS SEDUZCA, COMO EN EL AMOR. QUE NO SEA UNA OBLIGACION CONYUGAL, LEER PORQUE SE DEBE ETC
El principal problema radica en que la formación literaria
presenta un rasgo muy particular: no es posible obligar a
leer a nadie. Se ha de leer voluntariamente. Desde este punto
de vista, la literatura es como el amor: ha de seducirnos, invitarnos
a la lectura. Leer porque se debe leer equivale a hacer
del amor un deber conyugal.
Pero la necesidad de que la lectura sea una actividad voluntaria,
hace de la literatura una prueba muy dura, pues no
basta con tener buena voluntad. Además de espontaneidad, se
requiere sensibilidad.
ENAMORARSE POR LO MENOS UNA VEZ EN LA VIDA, LEER POR LO MENOS UNA GRAN NOVELA. pa que nuestro espiritu no se vuelva sombrío
No hemos de enamorarnos constantemente,
pero si ni siquiera lo hacemos una vez en la vida nuestro
espíritu se volverá sombrío.
Del mismo modo, no necesitamos
leer todas las grandes novelas, pero quien no lea ninguna acabará
convirtiéndose en una especie de hombre de Neandertal.
De esto se desprende un buen consejo, que dirijo sobre
todo a los hombres (las mujeres no lo necesitan). Así como antes,
para introducir a un joven en los secretos del sexo se lo enviaba
a un burdel, donde a cambio de dinero una prostituta le
posibilitaba transgredir las normas del decoro, del mismo modo
todos deberían sentir el deber de iniciarse en la literatura leyendo
una gran novela, para después seguir sus propios impulsos.
Tras leer la novela, el lector podrá decir aliviado «Nunca
más» o, por el contrario, aficionarse a la lectura.
CONOCER UNA GRAN NOVELA ES ENTRAR EN EL JUEGO DE LA CULTURA!!!
En cualquier
caso, cuando se conoce una gran novela se deja atrás la frontera
existente entre la formación literaria y la incultura, y se entra en
el juego de la cultura. Supongamos que la novela que se ha leído
es El hambre sin atributos de Musil —lo que, por otra parte,
sería una excelente elección, puesto que esta novela no la ha leído
casi nadie LOL— y que 2 se esté en una tertulia que gira en torno a
Kafka, a quien no se ha leído. A pesar de esto, este lector será
capaz de participar en la conversación, pues podrá decir cosas
como éstas: «¿Kafka? Sí, pero no es un Robert Musil».
Si se expresa en estos términos, provocará la sorpresa de
sus contertulios. E incluso si alguien le replicase: «¿Por qué dice
usted eso?», podría responder sin más: «Bien, Musil me
convence porque no se pone las cosas fáciles. Kafka es naturalmente
muy efectista, pero ¿qué hay detrás de esos efectos?». LOL
Una respuesta de este tipo nunca puede ser falsa. Y
nuestro lector podrá responder a cualquier otra pregunta que
se le plantee remitiéndose a El hombre sin atributos.
GRAN OBRA CONOCIDA= FORTALEZA DESDE DONDE SE PUEDEN EMPRENDER ATAQUES /DONDE TE PUEDES REFUGIAR EN CASO DE PELIGRO
Musil será
una fortaleza desde la que podrá emprender continuos ataques y comentar la obra de cualquier escritor desconocido
para él, volviendo a refugiarse inmediatamente en ella en caso
de peligro.
Cuando se conoce otras grandes novelas, la
tertulia se convierte en un partido de béisbol.
4 BASES-- FLAUBERT DOS PASSOS JOYCE MUSIL. PAPEL DEL BATEADOR QUE ESPERA LA BOLA. Y QUE CUENTA CON 4 BASES. EL LANZADOR LE SIRVE LA BOLA LLAMADA KAFKA
Imaginemos
que nuestro lector haya leído también a Joyce, Dos Passos y
Flaubert (en este caso, además de la base inicial que es la obra
de Musil, el lector cuenta con otras tres bases), y adopta el
papel del bateador (batter) que espera la bola. El lanzador
(pitcher) le sirve la bola llamada Kafka. Nuestro bateador la
golpea y consigue arrojarla tan lejos, que tiene tiempo suficiente
para desplazarse desde su «base Musil» hasta la base
«Joyce» y tal vez hasta las bases «Dos Passos» y «Flaubert»,
antes de que el contrincante haya devuelto la bola «Kafka»
con la intención de cogerlo fuera de una de las bases. Naturalmente,
para poder hacer esta carrera de vuelta a la base
inicial, el jugador tiene que haber golpeado la bola correctamente.
SI TE AFICIONAS A LA LITERATURA, LAS COSAS MARCHAN SOLAS. LA VISITA AL BURDEL FUE DECISIVA LOL. EL EFECTO QUE PRODUCE BORRA SUS HUELLAS. A PARTIR DE AHORA EL AMOR TOMA EL MANDO. LA LITERATURA CREA UNA FORMA DE INTIMIDAD
En el curso de este ejercicio puede ocurrir que uno se
aficione verdaderamente a la literatura, y entonces las cosas
marchen solas. Ciertamente la visita al burdel fue decisiva,
pero el efecto que produce borra sus huellas. A partir de ahora
el amor toma el mando.
Esta analogía no es arbitraria: en ninguna otra parte se
aprende tanto sobre el amor como en la literatura, porque ésta
se asemeja al amor.
La literatura nos seduce y nos invita a
participar en ella, pone en marcha nuestra fantasía y hace que
la vida sea menos banal.
La literatura, como el amor, crea una
forma de intimidad. Uno acaba conociendo mejor a los personajes
literarios que a sí mismo. Esta semejanza entre la literatura
y el amor es probablemente otra de las razones por las
que las mujeres se interesan más por la literatura que los
hombres. Por eso los hombres han de empezar iniciándose
en el arte de amar que es la literatura.